Gian Claudio Beccarelli Ferrari
Todo mundo está enterado de que la Iglesia celebra el memorial de la Pascua de Jesucristo —la Eucaristía— utilizando hostias. ¿Por qué hostias en lugar de pan común?
Porque las hostias son una modalidad de preparar pan sin levadura, o sea: pan ázimo. Y el ‘pan ázimo’ tiene mucho que ver con lo que significa la Pascua. Ya el ‘Seder de Pesaj’ o ritual de la Pascua judía, que consistía en una suntuosa y larga cena familiar, durante la cual el padre de familia, presidiendo, narraba la salida de Egipto con lujos de detalles, muchos de los cuales inclusive eran simbolizados por los alimentos que se consumían, le daba mucha importancia tanto a los panes ázimos como al uso del vino. Se trataba de la fiesta de la liberación, que esa cena quería actualizar para que no fuera nunca perdida y siempre disfrutada. La cena pascual, en cierta medida, también era dramatizada para que sirviese como ocasión para pasar la fe a los hijos pequeños de la familia.
Un elemento importante de esa noche en la que el Señor pasó con fuerza en Egipto para sacar de la esclavitud a su pueblo fue la prisa. Los judíos, pre-advertidos, estaban esperando la orden de partir, y cuando llegó el momento juntaron rápidamente sus cosas, las que alcanzaron, y se fueron. Durante esa noche no les alcanzó el tiempo para que el pan fermentara antes de ser horneado. Y esa fue una de las experiencias que jamás olvidaron.
La prisa, atada a la memoria de que tuvieron que conformarse con comer pan ázimo, les hizo ver cómo fue importante obedecer de inmediato a la orden de Yahvé: de hecho los que prefirieron esperar que su pan terminara de fermentar quedaron atrapados y murieron en esclavitud.
Así el ‘Pan Ázimo’ llegó a ser el símbolo de toda la gran novedad que significó la intervención de Dios a favor de Israel y el ´Pan leudado’—el fermentado— continuó significando la situación anterior de esclavitud. De allí en adelante la levadura vieja, en hebreo: JAMETZ, asumió la función de significar el mal y la corrupción, mientras que el pan sin levadura, en hebreo: MATZÁ, asumió la función de significar el bien y la purificación. De esta nueva visión de las cosas surgió la ceremonia, pre pascual, de la eliminación de la levadura vieja, que también supervivió en la tradición cristiana de asear meticulosamente el propio hogar, y el propio corazón, antes de la vigilia Pascual, con el fin de preparar una morada digna para el Espíritu Santo.
En lo personal, de niño, me tocó muchas veces, al llegar la Semana Santa, ayudar a mi madre a limpiar la casa y sus alrededores por el solo motivo que la Solemnidad de la Pascua lo imponía. Pascua era renovación interior y exterior y nadie podía eximirse de esa tarea. Se trataba de recoger toda la basura y de quemarla; de recoger todas las telarañas y cualquier otra inmundicia; de lavar los pisos con abundancia de agua y detergente perfumado; de abrir las ventanas para que el sol primaveral eliminara toda humedad que pudiera causar herrumbre. Porque la Pascua venia esencialmente para desprendernos del pasado no deseado y disponernos hacia el futuro desde siempre anhelado.
En efecto toda la experiencia de la fe cristiana es sellada por el paradigma pascual, que implica esencialmente el ‘paso de lo viejo a lo nuevo’. El ‘Pan Ázimo’ se ha vuelto el icono mismo de la necesidad del cambio que trae consigo la Pascua. De aquí que en el lenguaje parenético o exhortativo que han utilizado primero los Apóstoles y que luego han continuado sus sucesores para orientar la conducta de los fieles, retorna frecuentemente la referencia a la necesidad de dejar atrás la ‘vieja levadura’. Lo podemos ver, por ejemplo, en san Pablo: ‘Eliminad la levadura vieja, para ser masa nueva, pues sois ázimos. Porque nuestro Cordero pascual, Cristo, ha sido inmolado. Así que celebremos la fiesta, no con vieja levadura, ni con levadura de malicia e inmoralidad, sino con ázimos de sinceridad y verdad’ (1Co 5,7).
El ‘Pan Ázimo’ se caracteriza por no ser un pan rico de comer, porque es más bien duro y desabrido. Es un signo de la aflicción, o sea de la esclavitud de la que uno es liberado. Ha de ser acompañado siempre por el vino de Canaán, el vino dulce y abundante de la Tierra Prometida, que simboliza al Espíritu Santo y alegra definitivamente el corazón de los hombres.
En la fiesta de los panes Ázimos, si era para recordar y celebrar la salida de los Israelitas de la esclavitud de Egipto, solo se servia pan y vino ¿NO SE INCLUÍA EL CORDERO?
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