Gian Claudio Beccarelli Ferrari
La Palabra de Dios, y, en concreto la Sagrada Escritura, se nos ha dado para que practiquemos la oración, o sea para dialogar de una forma viva y real con nuestro Padre celestial, por Jesucristo, en la comunión del Espíritu Santo. Para lograr eso podemos acudir a la ‘Liturgia’, a la ‘Lectio Divina’ y al ejercicio de ‘Escrutar las Escrituras’.
Los cristianos, en cierto sentido, hemos heredados el hábito de ‘escrutar las Escrituras’ del pueblo elegido de la Antigua Alianza (cfr. Jn 5, 49-40). Se trata de un ejercicio verdaderamente fecundo. Su base es el principio por el que experimentamos que las Sagradas Escrituras se explican mediante la mismas Escrituras.
Para practicarlo es preciso hacerse de una Biblia que cuente con abundantes citas de textos paralelos y buenas notas a pie de página. La mejor edición para ello es la ‘Biblia de Jerusalén’ normal, ni la de bolsillo ni la de letra grande.
Se escruta disponiendo no menos de una hora; lo mejor es apartarnos de cualquier otra actividad, en soledad, durante hora y media o dos horas. Se empieza por elegir un versículo: un versículo que por algún motivo atrae nuestra curiosidad, ya sea porque se nos hace difícil captar su mensaje o porque nos agrada lo que dice.
Escrutar las Escrituras es orar. Esto implica entrar gozosamente en la presencia del Padre, en lo secreto de nuestra intimidad, asumir una actitud de escucha de su Palabra, en la que reconocemos a Jesucristo que nos ha sido enviado para conducirnos al Padre, identificados como hijos amados, e invocar los dones del Espíritu septiforme que nos comparta la verdad plena. El primer paso consiste en recordar cómo son efectivamente nuestras relaciones con el prójimo y, si nos hacemos conscientes de estar en conflicto con alguien, ofrecerle, desde el corazón, nuestro perdón gratuito porque sabemos que así, de antemano, Dios nos ha perdonado a nosotros.
Luego nos concentramos en el versículo bíblico elegido, tratamos de ubicarlo en su contexto literal y nos preguntamos qué, a través de él, nos está diciendo Dios a nosotros. Enseguida miramos al margen de la hoja para ver si tiene citas de textos paralelos y los vamos a leer con esmerada atención. Muy probablemente los textos paralelos nos envían a otros textos paralelos y así continuamos como un topo que, debajo del suelo, escarba para nutrirse de las raíces comestibles que encuentra.
Todo esto se parece también al trabajo de un minero, que construye un túnel siguiendo la veta del metal precioso que va encontrando y lo recoge para volver, enriquecido, a la superficie. Result a, pues, útil recoger por escrito lo nuevo que uno va descubriendo escrutando, porque es así como Dios nos está hablando, iluminando nuestras situaciones concretas de vida. Lo podemos hacer diseñando en una hoja de papel un árbol, en cuyas raíces ponemos el versículo seleccionado para nuestro escrute y en cuyas ramas ponemos, como frutos, los textos paralelos que mejor nos han ayudado a entender la voluntad de Dios. Lo mismo podemos hacer utilizando la imagen del racimo de uvas. Diseñamos en la parte alta de la hoja el tallo, en el que ponemos el versículo inicial, y luego dibujamos las uvas en cascada para formar el racimo, anotando en cada una la cita de los textos paralelos que nos hayan impactado más.
A veces puede suceder que escrutando se cierra el círculo. Es cuando un texto paralelo nos lleva otra vez al versículo del que partimos. Entonces podemos acudir a las notas de pie de página, si las hay, tanto del versículo inicial como de otros textos paralelos, y, desde ahí, elegir un nuevo versículo paralelo para escarbar otro túnel. De esta forma el escrutar nunca se acaba, con el resultado de que, gradualmente, nos vamos asombrando de cómo Dios profundiza y amplia para nosotros la manifestación de su voluntad.
Al finalizar nuestro tiempo de escrute es oportuno detenernos unos minutos más para dar gracias a Dios, por las luces con las que nos ha purificado la mente, para que pensemos siempre menos como los hombres y siempre más como piensa y quiere Dios.
Quien se da el tiempo para escrutar las Sagradas Escrituras adquiere paulatinamente la virtud de ver a Dios en cada acontecimiento de su propia vida y de hacer compaginar su peregrinación terrenal con el seguimiento de Jesucristo, que lo va llevando a disfrutar, más y más, de la dichosa comunión que el Espíritu Santo le está otorgando envolviéndolo en el conocimiento de la verdad.
El conocer esto a Sido muy hermoso y placentero ayudándome a poder enter aún más los mensaje que el Señor me quiere regalar en su palabra muchas gracias
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